domingo, 23 de noviembre de 2008

Voy a descansar...

Cansado.

¡Sí!

Cansado

de usar un solo brazo,

dos labios,

veinte dedos,

no sé cuántas palabras,

no sé cuantos recuerdos,

grisáceos,

fragmentarios.

Cansado,

muy cansado

de este frío esqueleto,

tan púdico,

tan casto,

que cuando se desnude

no sabrá si es el mismo

que usé mientras vivía.

Cansado.

¡Sí!

Cansado

por carecer de antenas,

de un ojo en cada omóplato

y de una cola autentica,

alegre

desatada,

y no este rabo hipócrita,

degenerado,

enano.

Cansado,

sobre todo,

de estar siempre conmigo,

de hallarme cada día,

cuando termina el sueño,

allí, donde me encuentre,

con las mismas narices

y con las mismas piernas;

como si no deseara

esperar la rompiente con un cutis de playa,

ofrecer, al rocío, dos senos de magnolia,

acariciar la tierra con un vientre de oruga,

y vivir, unos meses, adentro de una piedra.


Oliverio Girondo.


Navegando arribé en este puerto, un buen marinero no debe desatender a sus amantes. Ahora ya puedo descansar.

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